“Ya es una mujercita” - dice la mujer, mientras friega la
loza con la mirada directa al televisor. La expresión no se la arranca su hija,
nieta o vecina. Sus ojos, fijos en la pantalla, miran con ternura a una
adolescente de ojos azules e inconformes. Todos en Cuba la conocen. Se llama
Ivett. Es la hija de René González, uno de los Cinco Héroes, quien luego de
trece años de prisión, se mantiene bajo libertad supervisada en los Estados
Unidos.
La historia de Ivette, seguida de cerca por millones de
familias en Cuba y muchas partes del mundo, tiene matices de tristeza,
destellos de alegría, rasgones de esperanza.
“La hemos visto crecer, y nada”, piensa la mujer, “hay
que tener corazón para hacerle eso a una criatura”, y frente a sus ojos pasa la
imagen adolorida de un padre con una pequeñita de solo dos meses, una
fotografía que recorrió el mundo, la última que se tomó con René antes de
comenzar el vía crucis de la prisión. La mujer, una cubana de pura cepa, mira a
su nieta, jugando en la sala de la casa y se imagina alejada de ella, apresada,
encarcelada, sin poder educarla directamente, sin sentir sus manos, su voz
repitiendo los productos o las reglas ortográficas, y quizás no comprende qué
razón poderosa lleva a un padre a poner toda esa felicidad en riesgo. Pero es
muy sencillo. Su papá lucha contra el terrorismo, un terrorismo que en Cuba, ha
tenido a los niños como presa principal. “Es como si quisieran dejarnos sin
futuro”, piensa, y sigue el camino que van trazando las aguas que se deslizan
por sus manos, que dejan brillantes las lozas, y se alejan, arrastrando también
los pensamientos tristes.
Pensamientos que vienen vestidos de niños ensangrentados,
como Fermín, de 13 años, y Yolanda, de 11, los niños de Bolondrón, asesinados
por bandas de bandidos pagados por Estados Unidos. Pensamientos que llegan
envueltos en llamas, como aquellas que trataron de devorar el círculo infantil
más grande de Cuba, el 8 de mayo de
1980, con más de 500 pequeños en su interior. Pensamientos que traen las
caritas de los 101 cubanitos muertos por el dengue hemorrágico, en 1981, y pese
a la urgencia médica, la Casa Blanca negó al Ministerio de Salud la venta de
medicamentos y aparatos para equipar las salas de cuidados intensivos.
Pensamientos que recuerdan que los niños de Cuba son los más temidos del mundo
para Estados Unidos, son niños peligrosos, porque tienen en la mirada la
libertad que les dieron los padres fundadores y en la sangre el bullicio de las
cargas al machete.
René, y también Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando, han
luchado por eso, por mantener vivos a esa grey infantil que tanto preocupa a
los gobiernos norteamericanos. Ha luchado por todos los niños cubanos, pero
sobre todo, por Ivett, por que pueda crecer en paz, porque pueda aprender, y
cantar y reir sin miedo a que le maten la esperanza. Ivett no vio a su padre en
una década, pero no se quedó sola. Su papá siempre estuvo, en llamadas
telefónicas, en cartas, en la presencia constante e inasible que no se puede
explicar, pero que se siente dentro en el pecho. Para ella los padres se
multiplican, en Cuba, y en todas partes del mundo. Y es lógico, un asunto
elemental de reciprocidad, pues René está dando su tiempo de vida a los niños
cubanos… Es lógico que Ivette tenga un padre universal.
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