“Gracias, has hecho mi sueño realidad”. Esta frase brota de labios de banenses agradecidos, con los ojos llenos de lágrimas, quizá de Los Haticos, o de cualquier otro barrio intrincado al que llega, por primera vez, el milagro de la electricidad. Y esa alegría infinita es resultado de la labor de hombres arriesgados, ejemplos de consagración.
Colmados de hazañas, estos obreros son capaces de desafiar alturas, recónditos parajes, el azabache de la noche y al peligro eminente de la electricidad que amenaza en todas partes. Pero la gratitud de los pobladores y la satisfacción de haber hecho un bien es el motor impulsor de sus reconocidas proezas.
Las anécdotas brotan de sus recuerdos, la palabra gracias es un grato susurro para sus oídos. Su labor es un vivo ejemplo de cuanto se puede hacer cuando se tiene deseos de contribuir a la felicidad de miles de personas. Ellos van por caminos intrincados irradiando rayitos de esperanzas.
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